viernes, 26 de septiembre de 2008

Luz, oscuridad, y la mierda de en medio, parte I


Hay discos que exploran el lado sombrío de nuestra experiencia, sea en su forma psicológica, sentimental, o lo que sea. Por supuesto, existe el "lado contrario" que ve nuestro lado alegre, luminoso, como quieran llamarle. Esas asociaciones en términos casi ópticos no son gratuitas: la obscuridad nos jala hacia nuestro interior, introyectamos lo que percibimos; la luz nos hace concentrarnos en lo que hay, en lo externo, provoca pensar más en el objeto visto que en cómo lo hacemos, en qué significa. El punto medio entre estos dos estadios es complicado de definir; hay luz en igual medida que obscuridad, aunque aquí la óptica ya diga algo muy distinto, porque en realidad la obscuridad no existe, la luz nunca se ausenta. La sombra se produce porque un cuerpo bloquea las líneas rectas de la luz, y opaca una determinada superficie. Hay discos que se mueven en este terreno: hay un algo, y a ese algo siempre hay un pero, una objeción que dice lo contrario... hay obscuridad, pero existe un rayo de luz; hay luz, pero existe un cuerpo que la opaca.

Tratemos primero a los discos obscuros como la entrepierna de Gstvo. En primera instancia nos parecerían más interesantes que los de la categoría contraria, porque se dedican a esas partes de nuestra mente que por voluntad propia (y hablo en general... muy en general) no visitamos; no por nada nos referimos a la alegría y demás como "ligeras", lo que implica que la tristeza y compañía son sentimientos "pesados", y creo que la tendencia es elegir siempre lo ligero sobre lo pesado como algo positivo para nuestras vidas. El chiste es que no hay una razón buena para seguir creyéndolo. La obscuridad, la música obscura, nos hace preguntarnos acerca de nuestra experiencia; al hacernos voltear hacia adentro nos conocemos mejor, exploramos nuestra mente hasta confiar más en saber quiénes somos y cómo percibimos al mundo, nos da fuerza para enfrentarlo y decirle "fuck off, bring it on". Nos hace imaginarnos la maldad, la locura, la violencia, asimilarlas y entonces abrirnos a ellas cuando se nos presenten en algún momento de la vida... en otras palabras, nos hace tolerantes, nos hace preguntarnos, como en una línea de esas películas de guerra retomada en una canción de Explosions in the Sky, "is the darkness in me the darkness in you, too?"

Si nos atenemos a la noción de que cada quien tiene su versión de los hechos, entonces la respuesta es "no". Pero bajo una visión más general, relativa a la vivencia de una misma música, entonces sí, porque a pesar de que tengamos diferentes conceptos de "maldad", la palabra que usamos para designar lo que sea que signifique es la misma.

No hablo aquí de discos producidos por metaleros que le cantan a Satán y se creen muy malos porque voltean la cruz y degüellan a un pollo; eso es pura puesta en escena, y lo peor, es puritita pendejada porque se quedan en un plano superficial de lo que es la maldad y cómo podemos entenderla. Según esa música, la maldad es el simple anti-valor, es una infantil muestra de llevar la contraria, es algo vacío y estúpido. Hablo de música que realmente nos lleva por caminos obscuros.

Tomemos el primer ejemplo: Outré de la banda australiana Portal (lo siento Lis-handro, te había dicho que eran canadienses, pero Mario se encargó de corregir mi camino). No hay aquí nada urbano, y mucho menos nada natural. La introducción está hecha de sonidos perturbadores parecidos a algo así como gemidos de cristales cuya fuerza crece con el tiempo hasta que se recubren con un fondo grave, profundo, interminable, igualmente malviajante.

El sonido expansivo y totalitario en todos los sentidos, de la guitarra, se vuelve apabullante en poco tiempo; la batería se oye distante y sólo marca los latidos de nuestras corazones, divididos matemáticamente en ritmos con golpes a veces sucesivos, a veces intermitentes, siempre inquietantes. Una voz cavernosa gruñe y grita, ruge desde el abismo que se encuentra en nuestras mentes, tal vez grande y central, tal vez pequeño y periférico, no importa, porque es intensidad pura. No importa, porque no podemos entender lo que está diciendo. Nos está alienando de su discurso y todo suena completamente ajeno aunque está aquí y nos rodea. Nada se mueve como debería: no hay riffs definidos, no hay gritos constantes, parece no haber una estructura cerrada en las canciones, sólo hay la disonancia de un campo desolado y muerto que absorbe nuestra esperanza y con furia extra-humana la destruye. No somos bienvenidos a esta tierra de decadencia: está más allá de nuestra humanidad, es extraña, es inhumana y por lo tanto más terrible que el infierno, el cual, poblado por antropomorfos, nos parece familiar y casi seguro. Aquí nos encontramos ante lo desconocido, lo verdaderamente desconocido que nos resulta incomprensible y que nos llena de miedo y de inseguridad.

Outré: el más allá, lo bizarro, lo extraño. Lo que nos espera después de la muerte. No es la nada, no es el cielo, no es el sufrimiento... es el caos, la incertidumbre, el interminable fin del mundo que se da una y otra vez en nosotros. El más allá respira y tiene ojos en todas partes, pero sólo los sentimos, pues estamos voluntariamente ciegos al no atrevernos a ver la masa informe de lo ininteligible. ¿Cómo serían los dioses? Creo que esta música es una buena representación de lo que veríamos al posar nuestra vista sobre un dios. Es una fantasía muy Lovecraftiana, una idea que nos deja, como especie, empequeñecidos ante lo increíble, absolutamente solos porque, al final, la incomprensibilidad es mutua. Nunca entenderemos a esos seres hechos de fuck-knows-what, de vida y muerte en formas eternas... pero lo más impactante es que esos seres son nuestro reflejo, en cierta medida en tal reflejo nos hallamos como somos. Inalcanzables, extraños, bizarros, incapaces de responder a una pregunta tan simple como quién soy, quién eres.

La obscuridad en este disco es plena, es absoluta. No hay rastros de luz, ni siquiera una sombra. En lo personal, es terrorífico. Al mostrar un más allá como probablemente es, dirigió mi atención al aquí y ahora, y me hizo darme cuenta de lo chido que es. Ni loco quiero morirme, no fucking way, no fucking thanks. También me hizo pensar en que tal vez nunca pueda comprender a nadie, ni a mí mismo. Si fuera fatalista, me daría por vencido y ya. Pero como tiendo a ser optimista, me voy a cansar de intentar entender a los otros aunque ahora se que tal vez nunca pueda hacerlo por completo, acompañarlos a donde nuestra obscuridad nos lleve para vivir nuestra soledad y hacerla algo constructivo: si dejas de pelear por integrarla, o si te dejas llevar por ella por completo, entonces estamos todos perdidos; no tiene caso acercarse, no tiene caso desafiar el abismo entre nuestras miradas. Eso fueron los resultados en primera instancia. Ahora bien, ¿por qué sigo poniendo el disco en mi playlist? Porque el mundo se ha hecho tan familiar que necesito un pequeño sarandeo de vez en cuando: lo inconcebible existe y está donde termina mi propio cuerpo. Portal no es una banda que yo ponga para rockear, como música de fondo... no, es música para escuchar, para ponerse a pensar y malviajarse a toda madre. Es música para hacer consciencia.


Lo cual nos lleva al siguiente ejemplo: Life... the Best Game in Town de la banda Harvey Milk. La propuesta parece simple: nuestra existencia, atascada como está de cultura (es inevitable) y de supuesta racionalidad, es tan trascendentalmente intrascendente como cualquier juego, lleno de reglas y tiros de dados, control y descontrol, tensión y satisfacción: es una enorme construcción lúdica en la que al final "Death Goes To The Winner", como indica el título de la primera canción. La música está llena de tonos algo macabros que se insertan en un contexto de ligereza en la estupefacción, del escapismo cotidiano al que todos recurrimos en algún momento del día, todos los días, al leer, ver la tele, mirar el cielo, bañarnos, yo que sé. El vocalista gruñe y grita con la voz de alguien que no está del todo cuerdo: todo está de la verga un instante y al siguiente todo está bien, porque el tablero de este particular juego está hecho de lo mismo que las reglas y que el jugador, resultando en la bipolaridad extrema de competir contra nosotros mismos y vivir, dentro del muy impuesto rutinario orden de la vida, siempre con temor al inconsciente y el 'dejarse ir'.

Acecha en cada cosa que hacemos, y por más tranquilos que estemos siempre habrá algo disonante en cada una de nuestras pequeñas victorias (y todas, en resumidas cuentas, son pequeñas en comparación a lo que podríamos hacer desde afuera del juego, desdeñando sus reglas... son pequeñas también porque la más grande victoria de todas, ganar el juego completo, conlleva la muerte), y aunque no las vivamos así, "Barnburner" las parodia y nos las muestra tal como posiblemente son: actos de locura. Actos de locura porque el orden es artificial y peor aún, es esclavitud, es una medida de controlar nuestra voluntad, es el mejor juego en todos los sentidos. La tensión perpetua sólo lleva a la esquizofrenia, pero en la esquizofrenia, nos dice Harvey Milk, hay libertad, solos desenfrenados de guitarra y aceleración continua frente a la lentitud y pasividad estancada del juego en general.

Los sentimientos son igual de limitantes. "After all I've done for you, this is how you repay me?", dice la tercera canción. No sólo hay orden, también hay desorden en la forma de obsesiones y otros rollos emotivos. Pero el desorden no es liberador, porque es tan integral al juego como el orden, es una regla más que todos esperamos y conocemos, que todos respetamos. Es, al menos, igual de determinante que cualquier forma de orden. Sólo la auténtica inconsciencia, sólo la locura puede mostrarnos cómo se configura el juego y desentrañar sus secretos, sus claves, y vivirlo como se debe: como una caricatura de los Looney Tunes. Sólo les digo que el disco hace referencia directa a ésto, pero que el cuándo sea una sorpresa, haha. Anyway, las caricaturas de los Looney Tunes están repletas de sinsentidos, desde los temas y las historias hasta los personajes. Todas son muestras puras de excitación y movimiento que no tienen motivo alguno ni fin general ni coherencia en las narraciones. Son episodios de situaciones increíbles que se resuelven de maneras también increíbles, ingeniosas, a veces estúpidas, a veces graciosas, pero siempre impredecibles. Claro, existe la ironía de pensar en que todos y cada uno de esos episodios aparentemente indeterminados tienen un guión, un "director", un dibujante, en otras palabras, un orden dado desde el exterior y del que los personajes no están conscientes, si es que puede hablarse de que los Looney Tunes estén conscientes de algo, por supuesto. ¿Será que no hay salida del juego? ¿Será que lo único que podemos hacer es vivirlo, sujetos y atados a sus reglas?

Tal vez. La posibilidad de la locura siempre está ahí. Entendemos la locura como algo que sale de la normalidad, como algo que rompe todas las reglas. Pero los locos no sólo tienen intuición, tienen un razonamiento especialmente sensible, cuya lógica excede la nuestra y penetra en la realidad de una forma que no podemos comprender a ciencia cierta. Pueden ser iluminados, ilustres, idiotas, geniales, violentos, extraños, apacibles... son todo al mismo tiempo, y parece como si pudieran entender el juego. Parece como un balance perfecto entre consciencia e inconsciencia: existe la posibilidad de repartirnos entre ambas sin darle primacía a ninguna. La posibilidad de darnos el lujo de, a veces, no preguntar por qué hicimos tal o cual cosa. Dejar la obsesión por el orden o el desorden de lado, y ponerle atención, más bien, a los actos en sí, sin asociaciones, sin implicaciones, libres, pero en balance. Una vez más, la obscuridad de la mente está aquí para que hagamos consciencia de que tenemos que perderla para poder vivir en paz. Harvey Milk nos incita a romper las reglas, a salir de ellas y dejarnos de tanta pendejada que nos limita, tanta pendejada racional y tanta pendejada emocional que nos determina.

Ahora ve allá afuera y haz algo estúpido, háblale a un desconocido y dile algo inteligente e interesante. No seas "tú mismo", porque eso no existe, sólo existe la manera en la que reflejas tu locura.

Con esto termino este debraye acerca de lo obscuro, y los dejo en manos de lo desconocido. Espero que les haya gustado, y espero que tal vez haya sido algo que les de en qué pensar. Si no, pues mala la leche, coño. Continuará.


Portal - Outre (Rapidshit, sorry mates)
Harvey Milk - Life... the Best Game in Town
(Nuevo link de Harvey Milk... este sí sirve!)

lunes, 15 de septiembre de 2008

Virgin Black

Es curioso la aparición de bandas dentro de los distintos géneros de música, parece una suerte de plaga; se genera un estilo, y, muchas de las bandas emergen siguiendo los pasos de quien finco los primeros escalones, hasta aquí no encuentro mucho problema mientas claro esta, se mantenga una aportación y originalidad, la pesadilla comienza cuando se repiten unas a otras, es compresible y lógico el sello del estilo pero lo que no es entendible es la monotonía y los mismos modelos.

Vigin Black es una banda de Australia, yo la encuentro más en el gotic-metal, aunque tiene otros elementos de tipo clásico, por ejemplo, el estilo del vocalista es versátil pero ahí están las notas muy cercanas a un tenor, sin llegar a serlo. Por supuesto que otros los clasifican en una montón de géneros y no sé que tanta pendejeda, que si me preguntan por la existencia de la lógica en esas mamadas, diré que me rindo. No presumo yo de poseer la verdad, puede ser que me equivoque, pero es loco pensar en cinco géneros para una misma banda.

Me encuentro en una especie de crisis de géneros y por eso no quiero extenderme en este punto; qué es la música gótica, no lo sé, y me da la impresión de que quien ostenta saberlo, no lo sabe y sólo sabe pararse en una pose de marfil y supuesta melancolía que aterroriza su vida cotidiana.

De lo que les quiero hablar es de la Sombre Romantic de Virgin Black. No me quiero detener demasiado en las canciones y prefiero que ustedes les den su mejor punto de vista. En general Virgin Black, es una banda que se recomienda por si misma, no necesita a mi parecer una larga descripción de su esqueleto y de su carne. Algunos dirán que My Dying Bride ya hizo el trabajo, pero las intenciones musicales de los australianos apuntan a otras cosas ―aunque debemos de aceptar algunas similitudes―, a otra forma de hacer música lo cual es valioso en el mundo de la repetición.

La Sombre Romantic, es un disco virtuoso por su intensidad, por la capacidad de los músicos de realmente transmitir emociones, por su versatilidad en los instrumentos y la seguridad de que cada canción dice algo distinto.

La Sombre Romantic, es un disco interesante por sus formas, por la fuerza desplegada en cada uno de sus espacios, por su coraje no expresado en si mismo, sino traducido a emociones. Desde los primeros traks “Opera de Romanci: I. Stare” “Opera de Romanci: II. Embrace” y “Walk Without Limbs” te podrás dar cuenta de lo que te quiero decir. Piensa en la melancolía por sus notas pero no olvides el metal porque es parte esencial de la fuerza. Algunas partes de la canciones pueden ser más veloces y rabiosas, en otras ocasiones lentas y agónicas, como es el caso de “Drink the Midnight Hymn” y de “Museum of Iscariot”, que por cierto habla esta ultima de Jesucristo muerto, pues son cristianos y aquí presente esta el elemento religioso, auque en lo temático no salen demasiado del mismo calabozo.

“Lamenting Kiss” funciono como uno de los sencillos del disco, en éste se demuestra la capacidad vocal de Rowan London, que tal vez no es la que mejor ilustra sus capacidades si hace, a mi parecer, una buena ejecución y es de esos cabrones que tienen marcada en la geta y en garganta la capacidad escénica de plasmar lo que sienten. Y no todos pueden hacer eso. En este sentido me recuerda mucho al vocalista de My Dying Bride, uno es el hijo y el otro el papá.

Bueno ya me dio flojera y tengo cosas por hacer, mejor bajen el disco y lo discutimos, estoy dispuesto a pelear canción por canción.


De aquí se lo chingan:
http://www.mediafire.com/?9dpck2mmn5l

martes, 9 de septiembre de 2008

Burial

Hace un día o dos me topé con un par de artículos sobre Burial que me parecieron interesantes. Algunos de ustedes tal vez lo conozcan. Para aquellos que no, visiten su Myspace y escuchen lo que hay. También está la entrada de Wikipedia, que no dice mucho, pero sirve.

Hasta hace poco tiempo, Burial era un artista anónimo, en el sentido en el que su identidad permanecía oculta al público. Solamente sabíamos que era londinense. Se imaginarán mi sorpresa cuando, buscando información acerca de un posible nuevo álbum, me encuentro con una entrada del periódico The Sun, de Inglaterra, que con aires de victoria anuncia el nombre del artista. Al parecer el pendejo del editor de la sección de "showbiz" (ya desde el título del apartado es pura mala espina, carajo) había lanzado no hace mucho una recompensa sobre la identidad de Burial... parece ser que, bajo la presión de tanta mamada, éste decidió sacar una foto y su nombre en el myspace.

"Bueno, ¿y qué?", seguramente se estarán preguntando. Si les inetersa el "qué", lean esta excelente entrevista hecha hace ya casi un año, con motivo del Untrue. No voy a decir que esta entrevista me haya cambiado la vida, pero sí me hizo pensar en muchas cosas.

Ya que hayan terminado, pues pueden imaginarse por qué el asunto es... grave. El arte de Burial era uno de introspección y aislamiento, la paradójica soledad de las grandes ciudades como Londres y su último reducto de solidaridad: la música, una vaga conexión entre un alguien y la nada, un alguien y el todo. Música que pertenece a nadie, a todos. Música con la cual disfrutamos de auténtica libertad sin asociaciones ni referencias a la industria musical, al radio, a los medios, a los mainstreams. La idea me recuerda a los anónimos medievales, a aquellos que, al menos idealmente, eran guiados por el sentido de comunidad; intentar unir en los sonidos (y la religión) a quienes no tenían ningún motivo para hacerlo, a quienes tenían que ver individualmente por su propio bienestar cada día, cada hora. "¿Quién lo hizo?"... no importa. Lo que importa es el efecto que tiene sobre nosotros.

El anonimato de Burial era algo simbólico, intramusical y nada externo, que definía la esencia de la música en esa compleja red de introversiones sometidas que llamamos sociedad urbana, una esencia que disuelve géneros y deshace diferencias... “What I wanted is to get people singing: girls singing and pitching them down, so it sounds more like a boy singing, and then guys singing, and pitching them up, trying to get them a little more female. You get this weird middle ground and I’m into that.”
En otras palabras, una esencia que deshace sociedades: nos muestra cómo las ciudades se han convertido en sueños tecnológicos en los que participamos tan sólo de manera tangencial; nos inhiben, nos angustian, nos limitan y por lo tanto nos llevan a un único refugio que es cantar como el otro, cantar junto al otro. Ese otro que es tan anónimo, tan solitario como nostros, pero que podemos escuchar, que podemos sentir... que nos da esperanza de seguir adelante.

El imbécil de The Sun no lo entiende. Él sigue pensando en términos de industria musical, de "who's who", de producción, de utilidad, de funcionamiento y de gusto definido por su entorno mediático. Ponerle nombre a Burial era ponerle nombre a la posibilidad de chismes, de estrellato, de más ventas y más producción.

"I hadn’t heard of Burial before his nomination. I’ve now listened to him and love his stuff.

Isn’t that the point of music?

Not according to all the dubstep fans who have emailed crying about their music being stolen from them"

Es triste leer eso de alguien; que el punto de la música, así, en general, sea solamente ser escuchada y enjuiciada en cuanto a gusto. Esos "dubstep fans" tienen toda la razón del mundo - les han robado ese diminuto lugar en el que podían sentirse humanos y lo han puesto a la venta. Recuerdan "Big Yellow Taxi" de Joni Mitchell? La que dice "They paved paradise and put up a parking lot"? En otro contexto, ocurrió algo similar, pero si en esa rola la conexión humana era a través de la naturaleza, en la música de Burial era a través de las canciones en sí. Ponerlas al servicio de la lente de los medios es haber pavimentado el paraíso, es haber convertido algo profundo en motivo superficial, en motivo de Radio Ibero para que los hipsters digan "sí, Burial es buenísimo, espero que venga a México..." y puedan excusar su falta de pensamiento sobre aquello que escuchan con tan poca atención. En palabras más burdas: han convertido a Burial en motivo de una leyenda más en el loading screen de Rock Band.

Y con ello, amigos y amigas, con ello mueren esas conexiones humanas. Deja de ser música, y comienza a ser información. Afortunadamente Burial sigue, hasta cierto punto, en el anonimato. Pero eso no durará mucho. Cuando salga el nuevo disco, los medios van a caer sobre él como buitres, y no lo van a dejar en paz. Lo van a convertir en una estrella, y nosotros, los seres humanos, ya no formaremos parte de la escena.

Por otro lado, puede que esté sobrerreaccionando. Espero que así sea, y que estas noticias no tengan impacto alguno sobre el arte de Burial. Espero que esto sea tan sólo un berrinche elitista, y no más. Es sólo que algunos símbolos todavía son merecedores de respeto.

martes, 2 de septiembre de 2008

Nostalgia de rock



Extreme es una de esas bandas que pegaron mucho en su momento y luego se disolvieron para no volver. Formada en 1985, esta agrupación que incluye al famoso Nuno Bettencourt fue arrojada al bote de la clasificación de "funk metal" y así los definieron durante los diez años que duraron juntos. Fast forward otros diez, en 2006, y ya se andan reuniendo, a pesar de que Bettencourt mandó a la verga a VH1 cuando les propusieron una de esas reuniones de sólo un día. La reunión ya más definitiva fue para grabar un disco nuevo, titulado Saudades de Rock (algo así como "añoranzas de rock" en el natal portugués de Bettencourt) y publicado hace muy poco, como un mes o dos.

Como el título lo indica, es un disco bastante retro, con un sonido que no termina de definirse entre el hair metal de los 80 y el hard rock de los 90 de bandas como los Stone Temple Pilots; suena crunchy pero limpio, lleno de riffs de la vieja escuela que básicamente están ahí para mentarle la madre a la escena del rock de hoy, volcado a lo extravagante, a las auto-imitaciones y al "no-rock", por llamarlo de alguna forma. Y de ninguna manera esto implica que suene viejo.

Por supuesto, no es un disco perfecto y tiene sus momentos altos y bajos. En mi opinión esos momentos altos están más cargados al inicio; las rolas de más o menos la mitad para adelante se me hacen algo aburridas, aunque tienen cosas chidas. En todo caso vale la pena tenerlo aunque sea tan sólo por "Star", "Comfortably Dumb", "King of the Ladies", y "Run". Hace tiempo que no rockeaba así de chingón, hermanos y hermanas de Cristo nuestro señor. Si están buscando un rato de diversión al estilo de los buenos tiempos de Axl Rose, look no further!

Extreme - Saudades de Rock
(Es rapidshare, lo siento)