Todos, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos encontrado con o hemos pensado en el viejo lugar común de la universalidad de la música. Hace algún tiempo yo decía que el problema estaba resuelto (y trabajo me costó), pero en los últimos meses he visto repetido el asunto en varias formas.
Idealizar a las artes es algo recurrente, sea como vehículos de una experiencia superior/trascendental (en términos de música podemos pensar en todos los tipos de exaltaciones de la 'clásica' o académica previa al siglo XX o al expresionismo de Schoenberg; una experiencia que finalmente bordea con lo banal, ya que casi siempre está relacionada con música socialmente asimilada como 'gran arte' y que, a menos que la enfrentemos con los pies en la tierra, presenta una ilusión de vitalidad en extremo poderosa), como lo contrario (pensemos en Bob Dylan y el movimiento folk), o como un elemento de unidad universal entre todas las poblaciones del UNIVERSO CONOCIDO Y LA UNIÓN DE IMPERIOS INTERGALÁCTICOS. Pero "todos hacen arte" mis huevos, empezando por el hecho de que la palabra 'arte' tiene treinta y cinco mil doscientas cuarenta y siete connotaciones e implicaciones, algunas distintas y otras no tanto, tan sólo en Occidente, donde a final de cuentas se inventó el término.
El discurso de la universalidad de la música (y aquí voy a sonar bien académico, pero x) es como otros tantos discursos con base en la Ilustración y que a lo largo del tiempo se fueron revelando como dispositivos de control ideológico que funcionaban a partir de la exclusión, la discriminación, y la sujeción. El New Age y la World Music son consecuencias directas de ello, echando mano tanto de la ingenuidad hippie (en el primero) como de la industria internacional de la música (en el segundo). Ambas son occidentalizaciones de música 'exótica' por naturaleza que descontextualizan su significado y origen, dejando sólo un vacío profundísimo. Mientras que a principios del siglo pasado numerosos compositores se dedicaron a la integración de músicas locales o de distintas etnias con un estilo derivado en su totalidad de occidente, su búsqueda tenía en principio la subversión de la rigidez de tal estilo y la 'elevación' de lo folclórico. El respeto de Lou Harrison por la música de Bali y oriente llevó a composiciones chingonsísimas que no desvirtúan el carácter espiritual de lo original y que de hecho pueden dar luz nueva sobre ello, bajo una forma, en su época, muy vanguardista (gamelan + violines = awesome). Podríamos decir lo mismo de Bartók, Revueltas, y demás. Por supuesto, existe un problema de fondo, el de '¿y por qué chingados necesita justificarse lo folclórico?' El argumento es fuerte, y podemos llegar a la conclusión de que ellos también eran "agentes de control y sujeción"; el modernismo fue así en gran medida (como ocurrió con las máscaras africanas y Picasso), pero por suerte nunca tuvieron la manía explícita de 'unir a todo el mundo bajo el mismo techo' o describirlo como una exótica totalidad de la cual somos sólo 'socios' u 'observadores'. Tales posturas sólo llevan a una utilización literal de música, por ejemplo, de la India, por razones no sólo ajenas al contexto hindú (lo cual no está mal en sí mismo) sino además carentes de cualquier intento de comprensión de qué es, en términos no técnicos, lo que mueve a ese sonido. La otra es la cálida recepción de música, por ejemplo, africana, pero sólo si es ajustada con anterioridad a los criterios estéticos de los occidentales contemporáneos - se agregan unos beats electrónicos y samples de chill out a una base norafricana y listo, un pedazo de World Music. En ambos casos se controla y se discrimina veladamente a numerosas culturas, reduciéndolas a souvenirs de aeropuerto.
Dicho eso, no tengo nada en contra de la reinterpretación (Lou Harrison, etc.). Lo que es desesperante es la apropiación sin sentido, o con un sentido muy superficial, de cosas que obviamente salen de nuestro entorno familiar. Ahora bien, está el otro lado de la moneda, que es igual o tal vez más común: proponer que partes de la música occidental le hablan a todo el mundo por igual. Los que lo hacen generalmente no tienen malas intenciones, pero no se dan cuenta del daño que le hacen a la diversidad propia del planeta cuando otras personas se la creen y adoptan el mismo modo de pensar. No es que no haya bandas de post-rock en China, pero sí tienen mucho más que ofrecer en cuanto a tradición y vanguardia musical, a pesar del control estatal que derivó en que durante mucho tiempo el máximo representante del país era Cheng-zong Yin con el "Yellow River Concerto", un ejercicio de romanticismo decimonónico europeo muy ajeno a lo que cualquier chino, supongo, escuchaba normalmente. Ejemplos así hay varios. Que tú creas que Bob Dylan habla de la 'universalidad de los sentimientos humanos' no significa que tú sientas lo mismo que él, tu jefa, o tu mejor amigo, ya no digamos alguien de una cultura diferente. Uno se identifica con las cosas, y no al revés.
Agarremos por un momento el rollo ese del lenguaje. Si tan universal es, ¿por qué nadie entiende el serialismo? Lo más curioso es que no hay nada más occidental que eso, y podemos ver un serio favoritismo hacia el siglo XIX y más atrás en las salas de concierto mejor establecidas. Sí, de repente saldrán por ahí Strauss, Sibelius, Britten, y qué sé yo, pero nada demasiado aventurado. El noise, como género, ¿tiene algo de universal? El mismo rock no tiene un carajo de mundial, excepto que es, junto con el pop, una magna imposición de estilos anglosajones de hacer música sobre una gran parte del mundo. Es una industria gigantesca, a fin de cuentas, y a pesar de que las más grandes disqueras estén cayéndose a pedazos. Tampoco quiero dar a entender que eso es malo - la más agresiva y penetrante banda de noise que he escuchado jamás es de China, y me encanta - sino que no es la utopía que a veces pudiera parecer que es. Porque si tú le pones noise a un tipo de Bali, quién sabe qué reacción va a tener; así como a los ingleses (siguiendo el tema de China) les parecía repulsiva la "ópera" china en los años de sus primeros contactos imperiales, es posible y probable que a un indígena de hace un par de siglos le pareciera no sólo inaccesible sino horripilante una melodía de Mozart. Hay que tener, primero que nada, respeto por las diferencias, entre las cuales destacan cosas tan biológicas como la visión y el oído, sentidos que nutren a las artes en general idealizadas.
Ya me dio hueva seguir, la verdad. Para terminar sólo reiteraré que no, ni la música, ni la pintura, ni la escultura, ni el pito del arcángel Gabriel son universales, y nunca lo serán a menos que eso de la globalización se cumpla y tengamos que presentar un frente unificado ante la amenaza de Galactus o algo por el estilo. La humanidad es sólo una especie, no un estado de consciencia ni un modo de vida. Denle de zapes de mi parte a todos los pseudo-románticos que vean y que anden con sus guitarritas acústicas pregonando las vivencias del hombre común. Ya tenemos a los folkies y a Bruce Springsteen para eso, gracias, y además ellos sólo hablan de Estados Unidos. Por lo menos allá no son tantos como acá, hahaha.
Pero bueno, nos andamos viendo, y los dejo con un video al random para que descansen de tanta mamada que digo en este blog. :D
martes, 22 de septiembre de 2009
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1 comentario:
No me había puesto a pensar sobre el asunto de la universalidad de la música, ni qué elementos de ésta podrían darle tal trabajo tan difícil de ejecutar.
No porque el sol nos de luz a la mayoría de los seres humanos, en el presente año, significa que lo entendamos del mismo modo, o que, en las condiciones existentes funcione a manera de utilidad para lo mismo. No sé si la anterior metáfora de mierda gire el mismo sentido de lo que dices.
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