Lo que me impulsa a escribir estas breves líneas es la muerte del amigo Kurt Cobain. No me interesa para nada meterme en la parafernalia de si lo mato su novia o se termino por suicidar (que la segunda opción me parece más lógica) por arma de fuego. También habrá los colegas que en cuanto vean este post digan lo siguiente: “eso ya está bien repetido, lo de hoy es la música fresa y las armas de destrucción masiva”, “no mamen, ya déjenlo morir”, “otro pinche post del güero ese” o “lo mejor es decir que eso es una pendejada para luego pararme el culo con alguna mierda sacada del culo”. Si alguien no le parece lo que escribo nos podemos citar en el castillo de Chapultepec y rompernos gustosamente la madre, ¿no?
Lo que en realidad me emociona mucho es el hecho de recordar cómo funciono mi vida cerca de eso llamado Nirvana, en aquellas épocas de gloria, en donde me encerraba en mi cuarto para estar triste y que nadie lo supiera, pero al mismo tiempo escuchar algo con lo cual me identificaba profundamente, entre otras cosas. En algún sentido creo en la música como un elemento en donde terminas refugiándote por diversos motivos; es un ámbito en el cual te puedes ver reflejado y por tal situación, regresas continuamente. Es simplemente un lugar donde te sientas (como en la primaria) para comerte tu “lunch”, es a donde vas para cuando requieres pensar, reflexionar o ponerte a llorar... Es es donde habitas.
Recuerdo la ocasión cuando rompí unos pantalones (siguiendo a los mensos de Nirvana) de mezclilla, de color azul y en buen estado, todo para que no me quedaran bien los cortes y ya no los pudiera utilizar ni para ropa de espantapájaros; los cortes fueron muy grandes y simplemente podía meter el pie por cualquier agujero, entonces quedaron muy ridículos. Por algún tiempo los escondí (los pantalones) para que nadie se diera cuenta de la hazaña y no sufrir la represión. Y cómo olvidar el póster de más de un metro de grande de Kurt Cobain (ya está en la basura) y que adorno por años las complejas paredes de mi cuarto.
Recuerdo muy claramente que hace algunos años, me sentía muy triste y no me daba cuenta muy bien de los motivos; fue muy tenue al principio y después se agudizo: al grado en que casi todos los días de la semana me sentía anímicamente muy fatalista, sin ganas de hacer nada, creía verdaderamente que nada valía la pena y ese tipo de cosas que no me gusta recordar, sólo para saber que nunca quiero regresar a esos pasos. La cuestión es que como a nadie se lo platicaba, pues necesitaba un medio de escape, siendo el primero ponerme a escribir unos poemitas y el segundo escuchando música, aquella con la que me sentía identificado, con la que digamos que podía contar. Muchas de las letras de Nirvana y su rebeldía en el escenario terminaron por ganarme, y no precisamente como fan, en realidad aún hoy no me considero fan, sino que me adoptaron como algo más que eso. Finalmente son una especie de inspiración y de desahogo: en cuanto escuchaba sus canciones yo sabia que eran destructivas, tristes y dolorosas, que me permitían explorar esas formas y sacar lo malo de mí para luego estar más tranquilo. Fue una forma de estar despierto escuchando y después quedar dormido cerca del sonido, como si algo te durmiera ligeramente el cuerpo y alejara por algunos momentos el dolor. Cuando miro atrás y busco en Nirvana elementos de mí persona, los encuentro y me da gusto saber que están ahí, que se quedaron justo en ese lugar plasmados, son una forma de memoria, una manera de recordarme a mí mismo. Son un pedazo de una etapa de mi vida; una de las más difíciles, en donde cometí muchas tonterías y estuve cerca de caerme para seguramente no levantarme nunca más. Gracias por esas tardes de brincos y rebeldía Kurt, donde quiera que te encuentres, maestro.
3 comentarios:
Hermano creo que acabas de hacer el mejor post de todos los que hay en este blog. Muchas gracias por compartirlo; al fin se cumplió lo que decía el boricua sobre una autobiografía musical, y de qué manera.
Music matters, people matter. "The rest is silence."
No es el mejor post, pero gracias.
Es verdad, algo de lo que dijo nuestro amigo troll está aquí.
Cierto es, carnal: este post está muy chingón. A veces queremos desentrañar cosas muy cabronas respecto de la cuestión musical... pero a final de cuentas, y siendo sinceros, lo que importa es esto: raw and genuine.
Al que no le guste que levante la mano, para que sea citado no sólo en Chapultepec, sino el mismísimo Coliseo, jajaja. Un abrazote.
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