Los géneros musicales son como Johnny Quest. Nunca sabes exactamente por qué están aventurándose en una isla del golfo de Bengala y cuando encuentran lo que están buscando Hadji dice algo así como “BUEN TRABAJO AMIGOS” y el capítulo se acaba. La siguiente vez que pones la serie en la tele, ya todos se olvidaron de la aventura pasada y el peligrosísimo ídolo de Wongo Mongo capaz de destruir al mundo en las manos incorrectas está… pues quién sabe, no importa ya, a lo que sigue, muchachos, ahora vámonos al Amazonas porque alguien descubrió al legendario indio de platino o algo por el estilo. Como Johnny Quest, los géneros son bastante entretenidos y divertidos. Pero, como la caricatura, hay un momento en el que ya hay que dejarse de locuras y dar el salto a la TERCERA DIMENSIÓN. Si no se acuerdan de esa versión de la serie que pasaban en el ‘Toon Network, sólo es necesario decir que las historias eran más “serias”: Hadji ya no hacía telekinesis y Bandido era un perro inteligente. Bueno no, pero el chiste es que había ya una trama subyacente, el asunto era más coherente y comprensible, y las aventuras en singular se hacían por ello un poco más interesantes. La situación con los géneros musicales es comparable. Nos enfrentamos a miles de géneros que van desde lo general de “Jazz” hasta lo más particular del “symphonic metal jazzcore fusión” que casi siempre consiste de… una banda en todo el mundo. El rompimiento de los géneros, sobre todo en la “música popular” (la clásica tiene mayor control sobre sus más locas producciones), es un fenómeno que podría parecernos malo en primera instancia, pero tiene también sus puntos a favor. Si bien en dado momento se convierte en una práctica elitista y pretenciosa, a veces ayuda a esclarecer la dirección hacia la que va algún grupo, conjunto, compositor, o lo que sea. Porque si yo te digo que Porcupine Tree es “rock progresivo”, ya te das una idea de qué es lo que puedes esperar, mientras que si te digo que The Locust es “Power Violence”, nos quedamos en las mismas, aunque un poco más pendejo yo por andar diciendo babosadas. Aún así te puedes imaginar qué significa “Power Violence”, y darte una idea que puede coincidir con la realidad o no. Las clasificaciones, entonces, obran de formas casi ilimitadas. A pesar de que podamos recordar bandas muy distintas bajo la mención de un solo género, casi siempre tienen una trama subyacente. El problema viene cuando las clasificaciones son tan específicas que parecen abstractas, una situación surreal bien ejemplificada con eso del “Power Violence”, o todavía más allá, el “Zeuhl”. Con la palabra Zeuhl ni siquiera puedes imaginarte nada, porque no significa nada. Este “género” salido de las entrañas de la banda francesa de rock progresivo Magma tiene al parecer muchos representantes, sobre todo en el buen Japón. Todos me suenan a Magma y todos hablan en el lenguaje bizarro que dicha banda inventó, ni siquiera japonés. ¿No hubiera sido mejor llamarle Magmaismo y ya? ¿Magma fans? ¿Magmamitas? ¿Género musical #4356? Géneros así son aventuras singulares que duran un episodio e inmediatamente pasan al olvido, aún dentro de la misma serie. Lo más interesante es que es posible que las bandas que conforman dicho género no serían tan inefectivas si hicieran que sus fanáticos las dejaran respirar. En efecto, son los fans los que limitan a todas esas bandas y les ponen nombrecitos raros para sentirse ellos más especiales, no los críticos de música. He visto a algunos en acción; los profesionales no se limitan a los géneros, sino a los conceptos detrás de ellos. El otro día pude ver en algún sitio, creo que uno de los blogs de popmatters.com, que un crítico apreciaba al grupo noruego Supersilent como “maestros del minimalismo electrónico”. Un random fan salió de la nada para decirle que él o ella “no los llamaría minimalistas…” y ahí lo dejó. ¿Qué los llamarías entonces, tarado/a? Probablemente Norwegian electro-madness. Yo qué se. Habiendo oído un disco de esta banda, puedo decir que el crítico no dijo nada fuera de lugar, y no porque yo sepa más que él y esté capacitado para acreditar sus afirmaciones, sino porque me parece lógico y coherente con lo que yo escuché. Si uno busca la banda en la red, está clasificada por el gran anónimo internetiano (un autor de alta categoría) como “electrónica/jazz improvisado/experimental”… a veces hasta “ambient”. No es por nada pero me gustaba más el término de minimalismo electrónico, simplemente porque te dice en qué consiste (electrónica) y cómo lo hace (minimalismo). Fin de la historia, no es necesario incluir absolutamente todos los detalles y aspectos de una banda en su etiqueta. Por supuesto, los críticos no se libran de la idiotez tampoco, y por eso luego descubrimos que Mudhoney era parte del grunge… sí, en tu planeta.
Por lo que he visto, a las bandas en general no les gusta meterse en las clasificaciones. Cuando les dicen a los de Mogwai que si se consideran post-rock, escupen tres veces a la derecha, giran sobre su propio eje y no miran el espejo durante ocho días. Así de mal se ponen, y cuando se dan la vuelta todos nos reímos de su vana inocencia y decimos “qué chido post-rock hacen estos weyes”. Ejemplos así los hay muchos, y a los artistas casi siempre les vale cacahuate su clasificación o sólo hacen un “roll-eyes”. Son, primero los críticos (quienes se salen de la contienda temprano al perder el interés) y posteriormente los fans (los cuales se quedan para siempre y hacen más daño) los que encajonan a las bandas, a veces impidiendo su crecimiento. Cuando me pasan una banda y me dicen “es post-rock” (el género que más escucho) ya no se qué esperar vagamente, sino que ahora se exactamente qué tipo de música voy a escuchar, con quién voy a compararla, y bajo qué circunstancias voy a disfrutarla. Eso de por sí ya es malo, porque es como un prejuicio muy bien establecido y según yo bastante profundo, pero peor aún es cuando las bandas hacen su propia música siguiendo el molde del cajón que pusieron no ellos sino los escuchas de los diferentes géneros. Eso es exactamente lo que pasa con mi favorito, ya mencionado, y es claro que ocurre también en el indie pop/rock, por más vago que resulte el término.
En el post-rock, las bandas nuevas hacen música en plena imitación de las que se han identificado como icónicas en el género. El problema es que estas últimas nunca han aceptado su estatuto como post-rockeras, y más bien lo rechazan. El argumento era que abarcaba demasiados estilos extremadamente diferentes, y así lo era en un principio. Lo curioso es que ahora la etiqueta es muy identificable, y se asocia fácilmente con cierto tipo de música. Godspeed You! Black Emperor y Explosions in the Sky no tienen nada qué ver, en lo absoluto, y hace un par de años yo también pensaba que eso del post-rock era una tontería. Pero sus herederos, desafortunada o afortunadamente, sí tienen una relación más directa; como exhibit A tenemos a Sparrows Swarm and Sing, una banda que imita (bastante bien) a Godspeed en su estilo épico pero toma elementos de la explosiva intensidad inmediata de Explosions. Son hijos de ambas bandas, y junto con otras, forman a la nueva generación (ahora que Godspeed ya no existe y que Explosions explora otras ideas) que se identifica plenamente, ahora sí, con la marca “post-rock” que tanto usábamos a lo pendejo para denominar ya cualquier cosa que sonara medio larga y sin vocales. Entraron a la alberca de hule espuma en traje de baño, mis chavos. Realmente no tienen nada qué aportar, y sólo muestran cómo todo el asunto se autodestruye porque quieren ser como el fan piensa que deben ser (cualquier cosa que suene medio larga y sin vocales, o pocas vocales). En mi opinión, las posibilidades de ese post-rock formulado por los seguidores y no los artistas se agotaron con Dash and Blast, la primera rola del disco Enjoy Eternal Bliss, de Yndi Halda. Esa rola para mí es muy hermosa, y hace uso de todo aquello que los fans decían que eran puntos en común para bandas tan distintas como las ya mencionadas (y que, en retrospectiva, no son tan en común como parecían). Eso fue hace ya un año, los síntomas persisten, y los críticos no saben ya ni qué poner en sus listas, como ocurre en el Top 100 del 2007 del sitio thesilentballet.com (algo así como especialistas en el asunto). Con decirles que Joy Wants Eternity, una banda que hubiera estado muy bien hace como cuatro años y que hoy en día ya suena mal, llegó a algo así como el número 20 en la lista con el disco que se tardaron quién sabe cuánto tiempo en sacar. Lo mejor de ese disco es la portada, porque no es un intento de ser lo que hubiera funcionado cuando éramos más jóvenes e inexpertos.
Creo que en el indie pop/rock ocurre algo similar, pero mucho más fuerte porque está también más difundido. Desde The Strokes (según yo antes de ellos el indie era más aventadón, tipo Yo La Tengo o Sonic Youth) ha surgido toda una moda, un particular “look” y estilo que lleva a la gente a escuchar a White Stripes y decir que les gustan aunque en realidad los odien. Aquí sí creo que ni tengo que mencionar nombres, porque todas las bandas que intentan ser los siguientes Franz Ferdinand están allá afuera dando conciertos hasta en el Salón 21. Pero con ellos es más evidente: se visten igual que sus fans, sus canciones se remiten a situaciones familiares a ellos, hacen la música que sus seguidores buscan porque es la que ellos mismos ya disfrutan a su vez. ¿Qué hay de malo en ello? Nada, realmente. Lo que intento decir es que siento que muchas de esas bandas pueden ser más de lo que se limitan a ser, y con ello, ampliar tal vez también el gusto de los fanáticos de los géneros, es todo. Si escuchan una banda más o menos famosa del indie como Death Cab For Cutie, se llevarán la sorpresa de que sus discos van cambiando progresivamente con el tiempo, a pesar de que con ello dejaron fans atrás, pero ganaron nuevos. No puedo decir lo mismo de los ya mentados Strokes, o una banda “one hit wonder” como Jet, estancados por siempre porque no quisieron despegarse de su fama de cinco minutos. Y los fans son tan culpables como ellos, porque en el momento en el que una banda distorsiona su sentido siempre hay gente que grita y hace berrinche porque el cambio no les parece, haciendo que algunas bandas realmente se asusten de llevarlo a cabo. El género se convierte en una especie de predestinación, y eso no es chido, porque yo no quiero que lo sea (¿hay mejor razón?). Tomemos el contraejemplo que es bastante auto-explicatorio: el jazz. Los jazzistas se dedican sistemáticamente a romper la madre de su género. Hasta el loser de Kenny G fue algo nuevo en su momento. Con sólo ver la trayectoria de los héroes del jazz como Duke Ellington, Miles Davis, Charles Mingus, Dizzy Gillespie, Django Reinhardt, etcétera etcétera podemos percatarnos de la inmensa variedad de sus estilos y la creatividad con la que atravesaron las barreras de las tradiciones que heredaban. En sus conciertos de “cool jazz”, Davis, el muy cabrón, se sentaba de espaldas a la audiencia y ni siquiera le decía el nombre de las piezas. Fuck the fans. Vean nada más hasta dónde llegó con sus locuras. En fin.
¿Qué hacer? Según yo, primero dejar de usar las clasificaciones más bizarras. Quedémonos con las generales, todo-propósito. No caigamos en la trampa de los géneros que etiquetan a las bandas, sino hagamos lo contrario, etiquetemos a los géneros por medio de las bandas. “Mogwai hace rock”, y no “Mogwai es post-rock”. Tachen de pendejos a los que se creen mucho diciéndoles que su género preferido es el mathcore electro improv, o algo por el estilo. Igual de pendejos son los que se ofenden si les dices que su banda favorita no es tan buena. Seamos fans, pero moderados, sin ser devotos ni grandes seguidores. Aceptemos que también las porquerías son gratas (esa rolita de L7, Pretend We’re Dead, cómo me divierte, y tanto el disco como la banda son una mierda). Con ello, podemos luego aceptar que una banda cambie, según nosotros haga porquerías, y siga con su evolución a cosas tal vez mejores; o tal vez no, pero ya no será de importancia, porque al menos ya los dejamos seguir con su camino. Hagamos de la música una serie padre con coherencia, y no un bonche de capítulos cuya relación recae únicamente en que manejan a los mismos personajes. Opinemos, discutamos, y critiquemos a los que se dejen manipular por los fanáticos de género. Antes era malo el que firmaba con las grandes disqueras, pero como están en proceso de descomposición, ahora es malo el que se deja vender a los caprichos de la gente que se dedica a componer clasificaciones y lucirse con los cuates porque disque sabe un buen. El paso siguiente sería desmantelar lo de los subgéneros junto con sus ideas soporte y guiarse solamente por las cualidades más sobresalientes de la música, como ocurre en la clásica contemporánea. En todo caso, démosle la autenticidad y libertad necesaria a nuestra música, y con ello creo que las bandas menos originales asumirán una posición que les permita serlo en mayor medida, porque ya no satisfarían al fan de género, ni al “especialista”, ni todos esos cajones que existen hoy en día, y por ello serían más grandes , ahora sí, gracias a nosotros, los fans.
4 comentarios:
Compañero me pareció muy buena tu idea de tratar de definir los géneros de una manera sencilla y, sin tener que ponerles hasta la fecha de nacimiento en el nombre del genero, así como post/punk under/trash hard/pop rap/metal /2008, jajaja o por generación o estado (también le podríamos integrar el sexo del vocalista o mejor aun, si es gay, bixesua, trisexual, etc) Broma.
Por otro lado siento un problema con la cuestión de los “fans”. El mismo término implica muchas cosas bastante difíciles, pasión desbordada, una especie de adoración por una banda, equipo o religión, que como sabemos llegan hasta a suicidarse por su Dios. No me atrevo a decirle a una caravana de guadalupanos que la virgen de guadalupe no existe, me podrían linchar y soy muy joven. Es una labor titánica hacer que alguien deje su fanatismo, por ejemplo cuando se suicido Kart Cobain, en cadenita se mataron alrededor de 60 fans (o algo por el estilo) y como chingados detenerlos o decirles que no. Se complica el asunto, dile a una fanático de basketball que su equipo es la mierda, te parten la madre. Creo que para hablar de música deberíamos dejar de llamarnos “fans” y poner otro nombre más libre que nos permita movernos al mismo tiempo que nos cierra los ojos y poder charlar de música sin problemas y decir ajjaja esa es una banda de mierda, aaa pues si me gusta ya ni modo, ya que, o esa banda esta chida y la vocalista tiene unas… y seguir divirtiéndonos.
ya, ustedes están envidiosos porque no han inventado un buen término como: "metabarroconiúgüeív
transcoredeathhyperartpunk
reggaetónsaiquedélicdownuptempo
acidboptriphopambientmellow
trashglamswingsynthtrónico
progresivopoptipofish
contexturasdeabbayblacksabbath
enlaprimeraetapadeatribecalled
questgrungecoprofílicoindustrial".
no es culpa de los ingeniosos las carencias de uds. en criterios de clasificación, jajajaja.
ya en serio, muy buen post. un abrazo, como siempre.
hahahahaha a huevo ese género me late
concuerdo señor sigfrid, la palabra fan ya tiene muchas implicaciones más bien negativas. Melómano sirve, supongo. Hay que apoyar a las bandas que nos gustan pero no llegar a lamerles las botas, porque a menos que tengas contacto con, no sé, Steve Reich, son personas regulares con las que podríamos platicar a gusto (cada quien cambia su mundo a su manera); y aún con Steve Reich y genios similares yo creo que es posible verlos normalmente, tan sólo admirándolos por ciertas cosas de la misma manera en la que por ejemplo yo los admiro a ustedes como amigos. No los idolatro, más bien los denigro porque están bien tontos, pero whatever, sí me entienden. hahaha
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